Los problemas en la Unión Europea inevitablemente significan problemas para el Gobierno británico, independientemente de su orientación política. Y la crisis del euro constituye un ejemplo gráfico de ello.

Al subrayar el pertinaz defecto en el razonamiento tras la moneda única, es decir, la imposibilidad de imponer una disciplina financiera a tantas economías nacionales tan dispares entre sí, la crisis del euro ha hecho que el entregado grupo de británicos euroescépticos pueda decir "Os lo dije". Además, la solución obvia de una unión fiscal más estrecha podría tener repercusiones que amenazan a la supremacía de la City londinense, lo que brinda a los euroescépticos una oportunidad de campaña que no han dudado en aprovechar.

El discurso de Liam Fox [exsecretario de Defensa y euroescéptico] sobre la Alianza de los Contribuyentes fue sólo la última salva de un ala del Partido Conservador que está intentando quitarse sus frustraciones con las limitaciones de la coalición, haciendo causa común con un renaciente Ukip. Cada vez más se pide a gritos un referéndum, aunque no está claro precisamente sobre qué: ¿sobre el carácter de la relación con la UE o sobre dejar de pertenecer a ella? Lo cierto es que hasta ahora ha sido muy predecible y muy desalentador.

Picando el anzuelo

Aunque resulta aún más desalentador la forma con la que el primer ministro ha picado tan tontamente en el anzuelo del referéndum. Hasta hace poco, tanto él como el ministro de Economía habían logrado, con más o menos credibilidad, exponer que al Reino Unido le convenía estar fuera del euro para que el euro triunfara, aunque también para defender los intereses británicos.

No era el mensaje más sencillo de transmitir, aunque tampoco era el más complicado: las dificultades del euro inevitablemente perjudican a la economía del Reino Unido y con el fracaso del euro el daño sería infinitamente peor. Cameron debería atenerse a este mensaje y hacer caso omiso a las convocatorias de un referéndum, pues siempre podía culpar a los miembros del Partido Liberal Demócrata si necesitaba una coartada.

Al parecer que se posiciona junto a los que plantean un referéndum, tal y como hizo Cameron en The Sunday Telegraph, no acalla su demanda, sino que les anima a repetirla más fuerte y luego se sienten ofendidos si resulta que nada ha cambiado. Y esto es lo que ha ocurrido. Lo que dedujeron los euroescépticos del artículo de Cameron fue que estaba dispuesto a convocar un referéndum sobre Europa, si bien esa declaración, al igual que otras muchas, estaba expresada de un modo bastante críptico. Lo que en realidad dijo fue que "no estaba en contra de los referéndums en Europa", pero no que estuviera explícitamente a favor de ellos.

Confusión sobre el plebiscito

El primer ministro fue más claro sobre su oposición a "un referéndum sobre la pertenencia o no lo antes posible", pero no llegó a excluir por completo esta posibilidad. El efecto acumulativo fue que aumentaron las esperanzas de que se celebrase un referéndum entre los que se oponen a la UE sólo unos días después de que acabara con esas esperanzas en Bruselas. A la impresión de debilidad ante el avance de los euroescépticos se añadió entonces la incoherencia política. Cameron tampoco hizo mucho para aclarar las cosas en su intervención en la Cámara de los Comunes.

El primer ministro debería saber que las concesiones a los euroescépticos de su partido podrían pasarle factura. Al cumplir su promesa de mantener a los parlamentarios conservadores fuera de ese bloque de centro-derecha del Parlamento, sorprendió a sus aliados naturales en Europa y minó la influencia británica. Y al no mostrar una posición clara sobre el referéndum, sólo conseguirá que crezcan las dudas en Europa sobre su compromiso y el de Gran Bretaña.

Un primer ministro con una mayoría respetable se puede permitir el lujo de mantenerse apartado del sectarismo en su partido y esto se aplica aún más si se encuentra en una coalición. La crisis del euro es lo bastante grave por sí sola, como para que Cameron se sienta impulsado a hacer de ella  también un drama político británico.

Fonte: www.presseurop.eu